sábado, 6 de noviembre de 2010

Y sale el sol alumbrando una esquina...

La vida es un sinfín de momentos y sensaciones, de sentimientos. Nunca sabes lo que te deparará el día cuando amanece, y al anochecer piensas en lo diferente que ha sido a como te lo habías imaginado.
Hoy me levanté y salía el sol, una mañana estupenda, cálida y con visita a mi casina en el pueblo. El calor doraba mi piel hasta la hora de comer...El sol se escondia y con él mi alegría, se esfumó mi sonrisa como los últimos rayos.
Pero cierto es, el día cambió ¡y cuánto!
Mi cámara de fotos me llamaba al tiempo que algo de alegría invadía mi cuerpo. Salí dispuesta a captar en un momento la belleza de este valle en otoño y caminé, recorrí, rodeé, corrí, salté, me agaché y sonreí.
Y el sol volvió a brillar en el cielo azul.
Entonces sí, mi cámara ahora gritaba mi nombre y yo no pude hacer otra cosa que disparar. Fotografié lo que me apeteció, fui yo con mi cámara y nada más.Y la tarde no hacía aún más que mejorar. Me acercaba al banco, a ese banco y desde él contemplé el pasado alejado ya de mí, encendiendo una hoguera cálida en mi interior pero que no me abrasaba. Poco a poco esa puerta se va cerrando, esa herida va cicatrizando y esas nubes se despejan.
De hoy guardaré siempre ese recuerdo de aquel banco en aquel paseo cubierto de hojas, un otoño como el que le llegó a mi historia, en el que los pétalos se cayeron uno a uno. El invierno ya pasó, dentro de nada llegará la primavera.
Y también guardaré todos y cada uno de los recuerdos, todos y cada uno de los momentos y todas y cada una de las sonrisas, cómo la última.




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