domingo, 19 de febrero de 2012

Baúl. Cosquillas. Piruleta. Achuchable. Cari. Tú. Yo. Nosotros.

¿Cuántas heridas tenéis en vuestra alma?, ¿cuántas veces os habéis hundido y nadie ha venido a sacaros del bache?, ¿cuánto tiempo habéis soñado con ese momento en el que todo está bien y no hay problemas?, ¿cómo habéis curado esas grietas que os han hecho en el corazón?...
Año tras año, la vida pasa y las situaciones se van sucediendo, las personas vienen y van y tú vas creciendo, haciéndote fuerte y aprendiendo que no todo es bueno ni todo es malo; que los buenos no son tan buenos ni los malos son tan malos; también esa inocencia que nos caracteriza en la infancia se va perdiendo y todo se complica un poco más.
Dejas atrás aquellos años en los que confiabas en todo y nada parecía difícil, que al acostarte en tu cama los problemas se iban y aquellos amigos y aquel chico ideal siempre seguirían inmutables, como tu vida en aquel momento.
Tu inocencia se va perdiendo y la desconfianza se adueña un poco más de tu alma. De hacer amigos en cualquier lugar y a cualquier momento pasas a no hablar con todo el mundo y a dejarte llevar por apariencias y miedos estúpidos que tú mismo, tus experiencias y la sociedad te han creado.
Y cuando sufres un revés, toda tu zona de seguridad se ha ido al traste y aquello en lo que confiabas plenamente te ha clavado un puñal en la espalda, te encuentras perdido, solo en un mundo que ya ni reconoces porque se ha vuelto del otro lado. Comienzas por bajar al fondo de tu vida y empiezas a resurgir desde ti mismo hasta conseguir volver a ser tú, mil veces mejor, con enseñanzas y aprendizajes que te harán cambiar pero sin confundir nunca tu verdadero ser.
Pero siempre está ahí ese miedo irracional a que las cosas se vuelvan a repetir, a tropezar dos veces en la misma piedra y a que hagan de ti una simple sombra en la pared. Aún así siempre hay gente a tu alrededor que te hace pensar con claridad y quererte a ti misma como te mereces, porque si no te quieres tú, nadie te va a querer como debería.
Así sin más, cuando toda tu vida parece estar en orden y que nada puede hacerla tambalear es cuando aparece alguien, ese que te hace cuestionar todo lo que creías, con una mirada para el mundo y todo a tu alrededor se vuelve más brillante, más agradable y más feliz.
No sabes muy bien por qué, pero tu sonrisa surge como las burbujas de una copa de champán, necesitas verle y cuando no le ves, sigues feliz porque sabes que está ahí, para ti y que es cierto. Que nada malo pasará porque la mirada tan limpia que tiene sólo te transmite paz, esa serenidad que creías no necesitar pero que ahora que la tienes, no la quieres perder.
Y así, poco a poco y en silencio, se adueña poco a poco de tus pensamientos, de tu piel y de ti entera, no opones resistencia y te abandonas a su olor, a su voz y a sus latidos; te pierdes con sus cosquillas (que lo hacen tan especial), a sus manos (que te suben al cielo), a su perfecta personalidad y a su inigualable humor.
Entonces, llega un día en el que el miedo se apodera de ti, recuerdas lo que en su día llegaste a sentir y lo que sientes ahora se parece mucho, pero es diferente, más puro porque quien lo genera es pureza. El miedo vuelve, tu corazón se acelera y te confiesas esperando las palabras idóneas que te hagan confiar en todo, en la vida de nuevo. Y sin saber cómo ni por qué, lo hace, lo dice, te mira y te convence, te acaricia y el mundo se detiene, otro hilo más nos une y su mirada es la tuya, en su pecho estás tú y en el tuyo, vacío antaño, vuelve a latir un corazón, su corazón.
Pasará lo que tenga que pasar, la vida impondrá su ley y tendremos que acatarla, pero juntos, porque hoy por hoy, me siento a gusto, tan a gusto que el vértigo es un recuerdo del pasado. No sabemos qué vendrá, pero el miedo no existe si tú me das la mano, si me abres tu pecho para quedarme en él, si tus ojos no dejan de brillar, si tu sonrisa sigue dándome esa fuerza sobrenatural.




Qué tiene tu veneno que me quita la vida sólo con un beso
y me lleva a la luna y me ofrece la droga que todo lo cura.
Dependencia bendita, invisible cadena que me ata a la vida...